
Te invito a que te pares frente a un espejo y repitas tu nombre. Di una palabra que siempre tienes presente u otra en la que no te detienes a pensar.
A comienzos de este mes, durante el fin de semana de MJazz, tuvimos profundas conversaciones junto a distintos actores de la industria sobre nuevos caminos y problemáticas en torno a política, género, mercado y el trabajo de los artistas. Aquí algunas de nuestras conclusiones.
Actualidad 23/10/2022 Danilo Barra RojasFotos por Tomás Santa María (@lafototomi)/ Matucana 100 (@matucana100)
El jazz tiene la capacidad de incidir en cuestiones culturales de una sociedad, debido a su origen, lenguaje y arraigo popular. La necesidad de escuchar al otro en una jam, por ejemplo, es una de las formas en que lo anterior se interpreta. Estos atributos convierten al jazz en algo que no se agota en el género musical, sino que pasa a ser una forma de relación entre pares.
Antonio Hernández, gestor que junto a Andrés Pérez y Mousso lideran la propuesta de JazzActivo que este fin de semana se estrenó en Recoleta, a comienzos de octubre protagonizaron el desarrollo de las instancias de workshops del Primer Mercado Iberoamericano del jazz, MJazz. En esas instancias las condiciones laborales, la responsabilidad con las nuevas generaciones, la perspectiva de género y las ideologías políticas desde el jazz tomaron un rol clave.
“Un mercado no puede sustraerse de la realidad del momento social, cultural y político, donde la creación musical del jazz está sucediendo“, dijo el también director de Jazzística. De esa idea pueden salir muchísimos temas a tratar, relacionarlos con el jazz y enfocarlos en la coyuntura. Eso es lo que se hizo en los workshops realizados durante los tres días.
Los paneles de debate abordaron diversas temáticas, donde se invitó a una amplia participación entre representantes de instituciones, artistas, colectivos y otros colaboradores dentro del campo musical iberoamericano. Aquí te presentamos un plano general de las ideas que marcaron las conversaciones.
La responsabilidad política, social y de género
La música da la posibilidad de expresar ideas de manera implícita, aún más cuando es principalmente instrumental. “Ernesto Holman, por ejemplo, está haciendo una denuncia política cuando critica tener que seguir el tipo de jazz norteamericano, solo porque es la cuna del jazz. Él dice que acá en Chile hay sonoridades propias y, a través de su música, está aportando una mirada política”, comenta Antonio Hernández.
Por su lado, el Director de la Escuela Superior de Jazz y ex candidato a la Convención Constitucional, Andrés Pérez, es más explícito y lleva su discurso a la vinculación de los músicos y músicas con las instituciones. “Los artistas debemos ocupar los espacios, estudiar las políticas públicas, saber cómo se estructuran las instituciones. Desde afuera es verdad que se pueden lograr cambios, pero hay que tener en cuenta que hay un sector de la sociedad donde no llegamos y no generamos alianzas estratégicas. Tenemos una responsabilidad política, necesitamos a las instituciones y las instituciones nos necesitan a nosotros.”
La cantante y docente de ProJazz, Andrea Gutiérrez, es más incisiva en sus palabras y ve de forma más crítica esas instancias, los festivales de jazz organizados a lo largo del país. “Casi nunca se realizan concursos públicos donde los músicos y músicas puedan presentarse y, aparte, los artistas invitados no cambian mucho”. La intérprete transversaliza las problemáticas con la posición de las mujeres y disidencias históricamente en el jazz. “Se nos ha invisibilizado hace bastante tiempo. Cuando empecé a publicar por redes sociales, sobre cómo a las mujeres se nos han achicado los espacios en el jazz, me empezaron a escribir mujeres diciéndome qué bueno que escriba sobre esto. Se nota el miedo de manifestarse públicamente”, sentenció la cantante.
Durante el MJazz, hubo un panel dedicado exclusivamente a este tema. Se pudo conocer la visión de exponentes de fuera de Chile y reconocer que no es solo una problemática local. Julia Moscardini, cantante y Directora del Festival de Jazz de Buenos Aires, va más allá y dice que a veces se caricaturiza el movimiento feminista y no se trata a una mujer por su posición. “Cuando una mujer ocupa un cargo y se le entrevista, las preguntas muchas veces apuntan a cómo es ser mujer en ese entorno y no hacia la labor que desempeñamos”, cuestiona la cantante trasandina.
Por otro lado, el musicólogo y académico del Departamento de Música de la Universidad de Chile, Álvaro Menanteau, le da relieve a la importancia que tiene tratar a los y las artistas como trabajadores y dice que hacia ese lado deben ir las discusiones hacia el futuro: “El ser obrero de la música, es el tema que debemos trabajar en las próximas décadas. No está bien pensar al músico como un artista que puede vivir del éter. El músico también tiene que pagar cuentas a fin de mes. ¿Por qué seguimos pensando en nuestras músicas y músicos como seres iluminados, seres virtuosos, seres que sólo han dado muchas horas de estudio para hacer una música sublime y no los tratamos como trabajadores? Tenemos la idea de que el artista vive en un espacio que no es el del trabajador común y corriente”.
Para el trabajo de esta infinidad de problemáticas que acechan a la industria musical, y al jazz en particular, es necesario plantear proyectos pensados en colectivo. Las big bands siempre han sido un ejemplo y una plataforma para el desarrollo de jóvenes talentos y, a la vez, para la entrega de valores en favor del cooperativismo. En ese mismo sentido, la irrupción de colectivos relacionados al jazz y su industria, son señales que la generación post pandemia plantea una idea más holística del jazz y sea lo que lo que venga a futuro, tendrá tintes más homogéneos.
Una industria en desarrollo
En la industria musical chilena existe una cierta disociación entre los trabajadores de las artes y el mercado que los valoriza. “No hay una profesionalización en el quehacer del mercado del jazz. Los artistas hacen un trabajo muy informal, no han tenido un vínculo formativo y organizativo para enfrentar la relación entre su creación y el mercado”, dijo Antonio Hernández.
El espacio de las ruedas de negocio fue un reconocimiento a la necesidad de asociatividad entre quienes participan de las diferentes dimensiones de la escena musical. “La industria chilena, en el jazz, está muy por detrás con respecto a otros países de la región, Uruguay o Colombia, por ejemplo. Estrechar los vínculos entre las distintas partes es un camino para el desarrollo de este mercado”, comentó Sergio Contreras, el programador del área de música de Matucana 100
Daniella Cura, curadora del Festival Jazz al Parque de Bogotá, nos acerca la experiencia en la industria colombiana. “La articulación de las distintas partes en Colombia ha sido algo muy efectivo que ha permitido realizar festivales muy masivos, y, además presentar la primera big band conformada solo por mujeres”. Pero, también agrega que “el aporte de fondos fiscales es importante para el desarrollo de la cultura, por ejemplo, el Festival Jazz al Parque de Bogotá, es financiado por la alcaldía de Bogotá, tiene una responsabilidad social y política. A mi como gestora no me interesa que los jazzeros, o el alcalde, sigan hablando de jazz entre ellos. Me interesa que el chico del barrio se aproxime a las enseñanzas que puede agarrar del jazz”.
Si bien, la discusión en torno al jazz puede dar para mucho más, acercamos estas ideas a ustedes, lectores y lectoras, para saber su opinión:
¿Creen que el jazz puede, o debe, tener un papel más protagónico para ser un motor en favor de los cambios sociales?
¿Qué otros aspectos políticos, económicos y sociales del jazz nacional consideran importantes profundizar?
Danilo Barra Rojas. Aficionado al jazz y estudiante de cuarto año de periodismo en la Universidad Alberto Hurtado, con el foco puesto en las problemáticas laborales de las y los artistas en la industria musical chilena.
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