Hay jam en el puerto: el efecto Estrella Negra en Valparaíso

Dos talentos desplegados comunicándose, jugando, planteando problemas al otro, colaborando. Las miradas cómplices entre ambos al armonizar en el raudo vaivén del call & response, eran fiel reflejo de lo que yo sentía al oírlos: ternura y asombro.

Crónicas 30/01/2023 Pablo Cabello Kanisius
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Ilustraciones de jam y bares de Valparaíso por @alvaro_benavides_trazo_veloz

“¿Qué tipo de relaciones existen entre los músicos, el local y la ciudad que nos permitan sostener la existencia de una escena musical? ¿Qué tipo de relaciones históricas han existido entre los locales y las prácticas de los músicos porteños?”, estas son algunas de las interrogantes que el musicólogo y productor Andrés “Lito” Celis sugiere en su estudio sobre el extinto Candilejas Bar de Valparaíso. Para Sara Cohen, musicóloga de la Universidad de Oxford, una escena puede entenderse como “un grupo de personas que tienen en común compartir tanto una actividad o un gusto por la música (…) constituido por músicos, escritores de música, fans e investigadores”. Para Will Straw, profesor de estudios culturales, las escenas musicales urbanas nacen desde “los excesos de sociabilidad que rodean la búsqueda de intereses, o que fomentan la innovación y la experimentación de la vida cultural en las ciudades”. Valparaíso conoce bien sobre este tipo de configuraciones: los Baños del Parque, el Cabaret Royal, el American Bar de Barrio Puerto, las Quintas de Recreo y un largo etcétera, han sido fundamentales para el establecimiento de circuitos culturales a lo largo de su historia. 

Desde su apertura, en julio del 2022, el Bar Estrella Negra se ha transformado en un nuevo espacio de encuentro para los deambulantes músicos de Valparaíso. Localizado a las faldas del Cerro Bellavista, en Yerbas Buenas #41 (sitio del ex bar disidente Las Raras), Estrella Negra ofrece a sus asistentes un variopinto menú de música popular y autoral: jazz, afrobeat, hip-hop, candombe, funk, música gitana, cueca, valses peruanos, bolero, salsa, cumbia, ska, reggae, bossa nova y choro brasileño, han sido parte de la nutrida cartelera que semana a semana sorprende a sus parroquianos. Pese a esta diversidad, la magnitud de Valparaíso se observa en las caras de sus asistentes, generalmente los mismos músicos que acuden a espacios de jam o presentaciones de colegas. En este sentido, la apertura de este espacio ha coincidido con la madurez de un grupo no menor de músicos que comparten ideales políticos, organizativos, musicales y recreativos. Según Paulo Sánchez, pianista, sociólogo y uno de los gestores de este proyecto, el objetivo de Estrella Negra es otorgar a la comunidad musical un espacio de formación, difusión y articulación entre intérpretes, músicos profesionales y aficionados. “Nos interesa muchísimo la Música Negra y la Música de Protesta que no es financiada por la Concerta”, añade. 

Hace un par de semanas leí en el Instagram del bar que se organizaría la primera Jam de Funk, mi género favorito de toda la vida. Estaría a cargo del bajista y percusionista Hugo Bahamondes, el guitarrista Francisco Nahual y el baterista Vincent Manríquez. Todos jóvenes músicos de la región en búsqueda de sonoridades diversas y con pertenencia compartida al Colectivo Afrobeat de Valparaíso, a la banda La Ruda Marga y la Comparsa La Calle. Me tomé la asistencia como militancia política, demostración de mi religiosidad u obligación espiritual: agarré el bajo y bajé el cerro nervioso. En el camino pensaba en la inseguridad que puede generar la exposición. Días antes había conversado sobre la relación entre la improvisación y la vida moderna, concluyendo que en la actualidad nos damos poco espacio para el riesgo. Según Robert Farris Thompson, antropólogo e historiador, la palabra funky posee su origen etimológico en el kikongo de las selvas tropicales del Congo y Angola. La expresión lu-fuki, en este sentido, hace referencia a un fuerte olor corporal, aunque tempranamente fue utilizado como forma de alabanza a un tipo de arte íntegro, auténtico y esencial. La humedad de la selva, la transpiración y el hedor del músico, se utilizan como metáforas para referirse a la esencia del arte, así como a la irradiación de energía positiva emitida por una persona. En sus cuatro versiones, la jam ha sido justamente esto, aunque mi visión del asunto dista en demasía de la objetividad y tiende a la idealización.  

Dos momentos de alta brillantez me han marcado, aunque solo describiré uno. Ese miércoles Hugo, Pancho y Vincent tocaban Chameleon cuando invitaron a los presentes a tomar sus instrumentos y sumarse al groove. Un personaje que jamás había visto en el bar tomó el saxofón y se sumó a los músicos, ejecutando un solo extenso, técnicamente perfecto, sonoramente intenso y variado. Se veía como de cuarenta o cincuenta años, moreno, pelo corto y canoso, argolla en el lóbulo izquierdo, mirada un poco perdida. Algunos de sus gestos, mientras descansaba de su solo, daban la impresión de alguien que ha vivido mucho. Su sonido me sorprendió, ya que se notaba la experiencia y solidez al enfrentar el momento de la improvisación. Minutos después, se sumó al torbellino el trombonista porteño Elías Aburto, de Chimonos Chimonos (una de las mejores bandas del 2022 porteño), aportando un intenso y trabajado sonido funky. Ya había visto a Elías en múltiples ocasiones tocando con los Chimonos, también en el bar con el Colectivo Afrobeat y en otras jams. Debe tener unos 24 años máximo, pelo alocado y un rostro amable. Sus gestos hiperbólicos al tocar evocan a algunos grandes del jazz. El juego de improvisaciones que surgió de la comunicación entre Elías y el anónimo saxofonista fue de esos momentos que uno busca en una jam. Dos talentos desplegados comunicándose, jugando, planteando problemas al otro, colaborando. Las miradas cómplices entre ambos al armonizar en el raudo vaivén del call & response, eran fiel reflejo de lo que yo sentía al oírlos: ternura y asombro. 

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Ilustraciones de jam y bares de Valparaíso por @alvaro_benavides_trazo_veloz


Al rato, entre cervezas, me acerqué al saxofonista. Quería saber de él. Me dijo que vivía cerca, por subida Ecuador, y que se llamaba Gino Basso. Al día siguiente, antes de googliarlo, le escribí a Elías para hacerle saber mi admiración por lo que había presenciado. Aproveché de preguntarle por Gino Basso: 

“Sí, una vez había tocado con Gino Basso hace un buen tiempo. Fue mi profesor de instrumentos de viento en Pedagogía. Pasamos todo lo que fue la flauta barroca y también me enseñó un poco de saxofón soprano. Es el tremendo personaje. Creo que es buena persona y le tengo un cariño especial. Últimamente ha estado medio desaparecido, pero siempre dándole el aguante a Gino Basso. Tiene unas composiciones mortales”.

Tras escuchar el audio de Elías pinché los primeros quince links de Google que aparecieron al teclear: Gino Basso Valparaíso. Aparecían entradas que daban cuenta de su carrera académica en la Universidad de Valparaíso y en el Instituto de Música de la PUCV. En YouTube se pueden encontrar grabaciones de su antigua agrupación Sexteto de los Tiempos, activa en los 2000’s y del Cuarteto de Saxos de Valparaíso. También encontré que había compuesto el tema Ángeles Submarinos para el disco Reencuentro (2021) del Triángulo de las Bermudas. En la actualidad se ve visiblemente más viejo a cómo aparece en los videos. Además, algo había en su mirada que causaba incomodidad, preocupación. Su sonido: intacto. Me recordó a Wayne Shorter.

Experiencias así me hacen pensar en el valor de la escena que este bar ha articulado rápidamente, por el tipo de interacciones que se produce entre los talentos del puerto. Como señala Will Straw, una escena nos invita a mapear  la ciudad de nuevas maneras personales y subjetivas, considerando que estas actúan sobre una compleja red de intercambios e interacciones espaciales y culturales. Estas definen los vínculos entre música y ciudad a partir de memorias y experiencias de las personas involucradas en ella. Al menos otros ciento cincuenta músicos han pasado por las jam del Estrella Negra, intercambiando, articulando y cartografiando musicalmente la ciudad. Quizás cuáles sean sus historias. Entre algunos de estos hemos formado un equipo de fútbol. 

He visto a gente escribiendo frenéticamente en libretas mientras sucede alguna presentación. He visto a músicos consolidados y otros en formación. Vi a grandes cantores y cantoras del puerto, productores musicales de renombre, instrumentistas destacados y a piños hip-hoperos. También al frenético Colectivo Afrobeat. Cada vez que veo los ladrillos desnudos del edificio que acoge al Estrella Negra, pienso que en ese lugar lo importante es lo que se escucha, lo sagrado, la música. 

Dedicado a Ignacio Gutiérrez y Kamila Kitrá

Pablo Cabello Kanisius (1992), puertomontino habitando Valparaíso desde el 2011. Autor del libro “Valparaíso y los albores del jazz en Chile 1920-1940”. Profesor de Historia, Geografía y Cs. Sociales  y Magíster en Historia con mención en Historia del Arte y de la Cultura de la PUCV. Bajista aficionado, melómano, futbolista, geminiano, tenista, viajero, pescador, coleccionista de vinilos, guitarrista fogatero, cervecero. Diplomado en Poesía Universal PUCV. Fui investigador colaborador del Estudio Preliminar para una Historia de la Música en Valparaíso, texto que sirvió como base para la postulación del puerto como Ciudad Musical UNESCO en octubre de 2019 (en pleno estallido). Este año comienzo el Doctorado en Historia de la PUCV con la intención de continuar con la investigación musical sobre Valparaíso desde la Historia Cultural.