Jazz es una palabra de cuatro letras

Te invito a que te pares frente a un espejo y repitas tu nombre. Di una palabra que siempre tienes presente u otra en la que no te detienes a pensar.

Columnas 01/01/2023 Ignacio Iturrieta Ignacio Iturrieta
Donald-Byrd-William-Claxton-Nueva_1306079895_104998682_1200x675
Donald Byrd frente al lente de William Claxton

Te invito a que te pares frente a un espejo y repitas tu nombre. Di una palabra que siempre tienes presente u otra en la que no te detienes a pensar. Te darás cuenta que la palabra y tu nombre pierden significado, son solo los sonidos de tu boca que viajan por el aire. Un sonido ordenado, algo que no atrapa significado alguno.

La música afro-americana nacida en Nueva Orleans en un principio no se llamó “Jazz”. Solo era una música propiamente tal que jamás se cuestionó una necesaria definición, un término que limitara su naturaleza. Sin duda descoloca a todos los amantes y no amantes del género saber que el concepto de “Jazz” –originalmente escrito como “Jass”– viene de “Original Dixieland Jass Band”. Esa banda conformada por artistas que no figuraron en la creación del arte como tal, sino que escucharon lo que se creó por los vanguardistas que daban los primeros pasos en este surco musical, pudiendo grabar un disco y figurar pioneros por la mera tez de su piel. Al menos esta es una de las miles de historias sobre el origen del monosílabo, pero no está lejos de ser creíble, ni menos acertada.

Desde los inicios remotos de esta expresión sonora hasta nuestros días, se mantiene la pregunta: “¿Qué es el Jazz?”. Al igual como se cuestiona la sustancia de la libertad, se llega a premisas similares que aciertan en ambos conceptos. Es algo que nadie puede explicar pero que todos entienden. ¿Pero de verdad entendemos? ¿Cómo es posible que en cuatro carácteres repose algo de tantos caminos, formas, vértices y ángulos?

¿Cómo es posible que un nombre contenga toda la historia de una persona, sus amores, penas, alegrías, pensamientos, decisiones y libertades? Así como cuando titulamos una canción para resumir todo su sentir.

Ante estas preguntas, nadie tiene respuestas y queda, sola y aislada, la insoportable conclusión de que las palabras no alcanzan para expresar esta cosa singular que es la vida. ¿Pero de qué nos sirve quedarnos en dichas conclusiones? Sabemos que la vida tiene que vivirse, entonces la libertad tiene que librarse y la música tiene que escucharse. 

Siempre he escuchado a lxs jazzistxs decir que la vida es como el jazz. No sabes dónde va y cómo te lleva, pero en el momento de tocar, demuestras lo que tiene tu alma, tus ideas se expanden al improvisar hasta el final. Se crea algo de la nada misma que logra cautivar, viviendo en el presente pero aún teniendo la seducción del silencio, de la tensión, de lo armónico y lo disonante a tu favor. Porque es imposible explicar la creación de un mundo entero proveniente del saxofón, el baile de los bajos, el corazón palpitante de las baterías y los sueños que nacen en las delicadas o agresivas melodías de las guitarras y pianos. Como es imposible explicar la historia, penas y glorias de una persona con su nombre. 

Por eso siempre rebalsan los sentidos. Sentarse y oír el caos, la suavidad y agresividad, el silencio y el sonido; y decir: “Esto es Jazz”. En esos momentos pensamos cuando oímos la palabra. Es como cuando oímos el nombre de la persona que amamos, del amigue del alma, del nombre propio. 

Sí, puede ser cierto que cuatro caracteres o un nombre no abarque los verdaderos significados de quienes somos, menos sobre lo que tocamos, pero es en la medida que creamos que se llenan los símbolos vacíos. Así se hace el Jazz una cosa propia tanto como nuestro nombre se convierte en nuestro nombre. Ambas palabras abarcan algo imposible de cubrir completamente, algo que sigue en desarrollo, convirtiéndose en las puertas que se disponen a hacernos conocer los límites de lo infinito. La puerta del Jazz es una que se empieza a materializar desde la primera frase creada hasta la última. Es una oportunidad sin fronteras y de millones de posibilidades para quienes alimenten su búsqueda. Una puerta que ya empezamos a abrir.

La puerta no se abre sola
No entramos por casualidad
Tenemos un objetivo claro
Reventar tus tímpanos

Cómo Asesinar a Felipes (2009)


Ignacio Iturrieta (2004), nacido en Santiago de Chile. Estudiante en camino al nivel superior, desde temprana edad se ha ligado personalmente a la música, las artes y la literatura expresada mediante la guitarra y la composición. Amante de una diversidad de sonidos y letras tanto nacionales, latinoamericanas y extranjeras, en la actualidad incursiona en la difusión y participación musical chilena en géneros como el Jazz.